Una tuerka sin ajustar en la reforma política .
Los partidos políticos son empresas electorales. Empresas de la fortuna. Los congresistas elegidos, si llegan al poder y la fama, engarzan sus dedos en el botín, se aprovechan y huyen a hurtadillas de las investigaciones fiscales, o terminan blindándose. Los partidos políticos pueden resumirse en un nombre: el nombre del líder. Los congresistas son el “arrastre” o “los mosqueteros de choque” que el líder llevó al Legislativo.
Los partidos políticos no son ideas, no son programas de propuestas en Educación, en Salud, obras públicas. El discurso no lo gana nadie, ni la derecha, ni la izquierda, este campo queda desierto: walk over. Gana el menos malo. El menos sentenciado, el que tiene menos roches.
Por el lado del Legislativo, los congresistas oficialistas protagonizan la defensa del presidente. Caso raro, en el que vivimos, abonamos a favor de un Ejecutivo más independiente. Un presidente sin bancada, lo hace mejor, esta tesis es observable con el comportamiento de Vizcarra. La oposición, tradicionalmente, mantiene una línea vertical de obediencia, desde el comité central se difunde directivas a los congresistas provincianos. ¡Vaya! Otro gran problema en el interior de las bancadas.
Sin embargo, el problema principal entre Ejecutivo y Legislativo radica en su necesidad y simbiosis que no le deja ser Ejecutivo a uno, ni Legislativo al otro. Esta deuda electoral que el Legislativo mantiene con el Ejecutivo es bastante evidente. Los congresistas oficialistas y no oficialistas no defienden un programa, son escuderos del líder de la empresa, perdón, digo, del partido político.
¿Tenemos que elegir a los congresistas y presidente en las mismas elecciones? En mi opinión, no. Para realizar una modificación sustancial, se requiere dos elecciones en tiempos distintos, señalando un periodo de mandato diferente para cada poder del Estado. Por ejemplo, el mandato del Poder Ejecutivo puede durar cinco años, el mandato del Poder Legislativo, cuatro años. En razón, de que la representación popular debería estar sujeta a un cambio constante para no defender a capa y espada las decisiones del partido oficial y tener consignas propias.
Se requiere la reforma constitucional de esta sección de la democracia. Los partidos políticos deben dejar de tener un carácter nacional, la verticalidad, el centralismo es un aspecto nocivo para que dotar de significado a la palabrita “democracia. Las regiones, con sus partidos regionales, con su propia agenda deben elegir a los representantes de su región.
En Puno, hay muchos candidatos, ninguno con partido político. La apuesta se desvía hacia el ganador o el probable ganador. Cualquier puede ganar, dependiendo de la suerte del líder de la empresa política y sus tácticas políticas. Nadie está preocupado por construir una agenda de propuestas. En consecuencia, este inconveniente no ha dejado ser al Legislativo, representantes de sus regiones.