Ha terminado el partido en Europa, por el otro lado del mundo, el sol se ha marchado. Y con el astro, también se marchó la ilusión de ver al Atleti por primera vez alzar la copa de Europa. Minutos después Diego Simeone se lapidará y sentenciará que nadie recuerda a los segundos. Cómo muchas cosas, los latinoamericanos nos preguntamos qué faltó, qué errores se sumaron, un deslucido Real Madrid es el campeón, acaso la cima no estaba destinada para aquel valiente Atleti, que dejó en el camino a los magos de Cataluña y los gigantes de Baviera. Y eso no lo olvidaremos Cholo Simeone, la estadística quedará y el camino recorrido para llegar a esa Ítaca también. 

Aunque el final del recorrido parecía ser una Ítaca colmada de bienaventuras y el barrio del Imperial en Madrid no festejó como en otras partes de Madrid, el Atleti enciende admiración. El Atleti es un equipo, once detrás del balón que no te dejarán patear a portería y cuando tengas el balón se te escurrirá, protegerán esa portería a morir, aun sea en Munich, Milán o Arequipa, y si te atreves a encajarle un gol, descalabrarán a la mejor defensa, no abdicarán ante tu tradición y buscarán con lucidez la jugada menos pensada hasta levantarnos de nuestros asientos para sacudir a tu compañero y gritarle que en el Atleti no puedes dejar de creer.

Los técnicos de todo el mundo se preguntarán, cómo el cholo puede extraer el talento de dos porteros extraordinarios (Curtois y Oblak) o estimular el grito goleador de artilleros como Diego Costa o el francés Griezmann. Acaso es una fórmula que los alquimistas creyeron encontrar en nuestra América Latina. Muchos de los jugadores, veinteañeros que terminaron el colegio a la par de nosotros, como el portero esloveno Oblak, ni en la pichanguita más modesta Cristiano Ronaldo burlaría su valla, enseñándole sus gritos cavernarios. No solo eso, la magia del verde salió de los botines belgas de Ferreira Carrasco, y el pícaro Antoine Griezmann, el francés, aunque ahogo el gol en los 45 minutos del segundo tiempo, el mismo mosquetero disparó el primer penalti para gritar el gol.

No hay alquimia, sino trabajo, Simeone pesa en la balanza todos los días a sus jugadores. No le gustan los gordos y quiere un equipo veloz y con resistencia; en la final de Europa corrió mucho más que el rival. A Simeone no le gustar perder, mucho menos un balón dividido. La dupla española, los españoles Koke y el capitán Gabi, no dejarán de luchar cual fiel consigna espartana. Una defensa del Atleti impecable, esa conformada por el mejor central de Europa, el uruguayo Diego Godín y el montenegrino ahogaron los millones de euros de la BBC. Los laterales Filipe Luiz y Juan Fran pelearon cada dividida, y Juan Fran no es el villano, sino el ser humano de carne y hueso como los hinchas del Atleti que lo respaldarán.

Recordaremos el gol de Carrasco que nos dejó sin voz será guardar el más grato recuerdo. Carrasco dribleó, puso la piel de gallina a la defensa y casi enloquece a Danilo. Luego del pase gol de JuanFran, a miles de kilómetros olvidamos nuestras pobres elecciones presidenciales para soñar recordar que sobre todo no debemos jugar al fútbol los 90 minutos.

Cierto, el Atleti tuvo una noche horrible. Diego Simeone la re piensa una y otra vez. Qué falto, qué fallo, el barrio de Imperial de Madrid no celebrará a colores, todavía. No Cholo, los datos nadie los cambia, pero el Atleti te debe un gracias, y el fútbol frente al Atleti le rinde un gracias. Y si algo aprendemos los latianoamericanos, es no bajar los brazos para alentar, saltar, gritar, y si los baja es para levantarse, continuar empecinadamente en esa esquiva copa de Europa.