¡Qué decepción! Exclaman los espectadores al concluir una película adaptada de la literatura. El disgusto recae en una apreciación moralista sobre la fidelidad del cine a la literatura, en consecuencia la inferioridad del cine frente a la literatura. Si seguimos esa visión superficial, pediremos una censura a las adaptaciones y un alto a los films literarios. Sin embargo quiero traspasar esa visión.

Comienzo enfatizando el medio de trabajo de cada arte: literatura, palabra; cine, imágenes/música/subtítulos/etc. Los medios crearán una recepción diferente en el lector y/o espectador. Al leer, los lectores tenemos un margen de libertad para imaginar, fantasear, mientras que en el cine, la elección de pequeños detalles son elegidos por el director. Por lo tanto, el lector rechazará los momentos, pasajes de la historia, que no se acomoden a su imaginación. De esta manera la opinión colectiva deduce que a través del cine no se puede llevar exitosamente una adaptación literaria

Ir al cine supone que la obra literaria será distinta desde el comienzo. Pero ¿acaso el lector quiere ver reproducida la esencia de la obra? Un objetivo inverosímil, porque la “esencia” no es más que la interpretación de cada lector. No es posible hablar de la esencia universal de la obra. Con las palabras del director Welles: “Si no tienes nada nuevo que decir de una novela. ¿Para qué la adaptas?”, oriento la mirada del espectador a un cambio de opinión. Si voy al cine no es para ver las situaciones imaginadas a través de la lectura; sino a escudriñar la interpretación del director de cine.

Sin duda, las buenas adaptaciones traen un gran reto para los cineastas. Quienes parten por añadir una forma creativa de presentación; segundo la recreación de la adaptación debe nutrirse, sin miedo, de otras formas de arte: música, diálogos superpuestos, etc. Aceptamos que no cabe hablar de fidelidad, sino de una interpretación creativa del texto literario.

Abril, Lima.